Sí… si sabes cómo. Todo es fácil para quién sabe hacerlo. Si tanta gente escribe será que no es tan difícil… pero la pura realidad es que escribir algo con cierto sentido que no se convierta en un aburrimiento infumable para quién lo lee es cuanto menos complicado.
Supongo que será en parte porque en la escritura queda reflejada gran parte de la personalidad de la persona, y la mía, como se ve en apenas cinco líneas, es un sinsentido un tanto infumable.
Cuando te empeñas en querer explicar detalladamente todo lo que pasa por tu cabeza, pueden pasar varias cosas.
Que empieces a divagar por lagunas de pensamientos dejando que tu mano los recorra y decida lo que cree que debe escribir y lo que no, o simplemente escriba lo que le da tiempo a recordar mientras tu mente viaja a velocidades vertiginosas entre buenos recuerdos y planes prometedores, convirtiéndose el papel en un reflejo de los paisajes impenetrables que dibujó tu pensamiento.
Que te decidas a expresar algo en concreto: una idea, una emoción, una sensación, un recuerdo… y te des cuenta de que el lenguaje humano es tan banal que no bastan las palabras para perfilar el mundo de sentimientos y pensamientos de que estamos formados los hombres.
O que desistas en el intento.
Y una vez que consigues escribir cuatro líneas con las que estás conforme las dejarás apartadas en un rincón de tu mesa y de tus recuerdos porque no tendrás el valor de mostrar a nadie lo que consideras escritura de principiantes.
Como esto, que quedará en un rincón de mi cuaderno, de mi memoria, quizá de mi blog, para desdibujarse día a día en el olvido.
Pero ¿qué más da? Si todo esto responde a una necesidad de reflexión, o de comunicación, que queda satisfecha al escribir estas letras. Lo que haga con ellas es secundario.
Supongo que será en parte porque en la escritura queda reflejada gran parte de la personalidad de la persona, y la mía, como se ve en apenas cinco líneas, es un sinsentido un tanto infumable.
Cuando te empeñas en querer explicar detalladamente todo lo que pasa por tu cabeza, pueden pasar varias cosas.
Que empieces a divagar por lagunas de pensamientos dejando que tu mano los recorra y decida lo que cree que debe escribir y lo que no, o simplemente escriba lo que le da tiempo a recordar mientras tu mente viaja a velocidades vertiginosas entre buenos recuerdos y planes prometedores, convirtiéndose el papel en un reflejo de los paisajes impenetrables que dibujó tu pensamiento.
Que te decidas a expresar algo en concreto: una idea, una emoción, una sensación, un recuerdo… y te des cuenta de que el lenguaje humano es tan banal que no bastan las palabras para perfilar el mundo de sentimientos y pensamientos de que estamos formados los hombres.
O que desistas en el intento.
Y una vez que consigues escribir cuatro líneas con las que estás conforme las dejarás apartadas en un rincón de tu mesa y de tus recuerdos porque no tendrás el valor de mostrar a nadie lo que consideras escritura de principiantes.
Como esto, que quedará en un rincón de mi cuaderno, de mi memoria, quizá de mi blog, para desdibujarse día a día en el olvido.
Pero ¿qué más da? Si todo esto responde a una necesidad de reflexión, o de comunicación, que queda satisfecha al escribir estas letras. Lo que haga con ellas es secundario.